La hoguera. Javier Krahe.

Es un asunto muy delicado 
el de la pena capital, 
porque además del condenado, 
juega el gusto de cada cual. 
Empalamiento, lapidamiento, 
inmersión, crucifixión, 
desuello, descuartizamiento, 
todas son dignas de admiración. 

Pero dejadme, ay, que yo prefiera 
la hoguera, la hoguera, la hoguera. 
La hoguera tiene qué sé yo 
que sólo lo tiene la hoguera. 

Sé que han probado su eficacia 
los cartuchos del pelotón; 
la guinda del tiro de gracia 
es exclusiva del paredón. 
La guillotina, por supuesto, 
posee el chic de lo francés, 
la cabeza que cae en el cesto, 
ojos y lengua de través.

Pero dejadme, ay, que yo prefiera... 

No tengo elogios suficientes 
para la cámara de gas, 
que para grandes contingentes 
ha demostrado ser el as. 
Ni negaré que el balanceo 
de la horca un hallazgo es, 
ni lo que se estira el reo 
cuando lo lastran por los pies. 
Pero dejadme, ay, que yo prefiera... 

Sacudir con corriente alterna 
reconozco que no está mal: 
la silla eléctrica es moderna, 
americana, funcional. 
Y sé que iba de maravilla 
nuestro castizo garrote vil 
par ajustarle la golilla 
al pescuezo más incivil.

 Pero dejadme, ay, que yo prefiera... 


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